Por: Redacción
Uno de los errores más seguidos cuando queremos conservar o servir un vino es la temperatura. Cuántas veces no nos pasamos de frío o de calor y no conseguimos que el caldo con el que vamos a regar nuestra mesa muestre todas sus propiedades. Seguro que más de una, ¿no?
Lo ideal es tener, sobre todo para aquellos que se declaran fan absolutos del vino y grandes -que no muy- bebedores, una cava en la que conservar a la temperatura perfecta la colección
vinícola. Pero si no es el caso, no tienes espacio o simplemente lo único que quieres acertarle a la temperatura de tu vino, te dejamos una serie de claves para que conserves, los bebas o
no, los vinos que tienes en casa. Y también para que percibas si el restaurante en el que estás lo hace como se debe, o al menos tan bien como tú.
Lección nº 1: los tintos
Lo ideal para que se aprecien todos los matices y aromas de un vino tinto es que se sirva a una temperatura que oscile entre los 16 y los 18 grados, siempre que hablemos de reservas, es decir, con mayor envejecimiento. Cuando conservamos, o refrigeramos más bien el vino a temperaturas muy elevadas, lo que conseguimos es que al entrar el boca la volatilidad del alcohol inunde todo el paladar y no permita apreciar matices propios de la crianza, envejecimiento y oxidación.
Si se trata de crianzas, algo menos envejecidos, la temperatura idónea será entre 14 y 17 ºC mientras que en los vinos más jóvenes, es decir, esos para ser consumidos ya, entre 12 y 15 grados será lo más adecuado para resaltar la frescura propia de la juventud.
Aunque te digan lo contrario, nada de servir los tintos a temperatura ambiente. Nunca. Si no te dio tiempo a tenerlo a la temperatura correcta, el remedio express es enfriarlo en una cubitera y dejar que durante la comida vaya subiendo de grados, pero nunca meterlo al congelador. Jamás, recuérdalo.
Lección nº 2: los blancos y rosados
Blancos hay muchos, así que lo mejor es comenzar por los rosados, más escasos y quizá menos consumidos también. Un rosado para que esté en su punto debe servirse frío, y lo mejor es entre 10 y 12 grados, ya que a mayor temperatura lo que conseguimos es que aumente su acidez.
Como decíamos blancos hay muchos, pero comenzando por los más jóvenes, éstos deberán servirse entre 7 y 10 ºC para que se aprecie bien su habitual aroma frutal y no despunte sólo el alcohol. Si lo que tienes delante es un vino blanco con crianza, de 10 a 12 grados será lo perfecto porque si fuera a menor temperatura, dejarían de apreciarse los matices que aporta el roble de la barrica.
Si eres de blancos dulces, porque los hay y muy ricos, su temperatura es de 5 a 6 grados, para que el dulzor no pierda armonía. Eso sí, ¡cuidado!, aunque fresquito, la graduación alcohólica la notarás después.
Para completar los blancos llega toda la gama de Jerez: finos y manzanillas (7-10ºC), amontillados (12-15ºC), olorosos (14-17ºC), el Pale Cream (a unos 10ºC), Pedro Ximénez (13-15ºC).
Lección nº 3: cavas, champañas y espumosos
Quizá serán los más fáciles de recordar. Lo más recomendado es que se sirva entre 5 y 7 grados, si está más frío no se apreciarán a penas los sabores. Lo mejor es que, si sabes que vas a servirlo en una comida o cena, poner las botellas en el refrigerador varias horas antes del evento. ¡Éxito asegurado!
Vía
Esquirelat.com
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